Porsche 550 Spyder, el coche maldito que mató a James Dean

El legendario actor murió a los 24 años mientras conducía su Pequeño Bastardo, un automóvil que muchos tildaron de maldito y que años después atrajo a la mala suerte

James Byron Dean medía apenas 1,73. Pese a su baja estatura, está considerado uno de los actores más grandes. Exactamente, el American Film Institute le colocó en el puesto 18 entre las 100 mejores estrellas masculinas del Siglo XX. Aunque apenas protagonizó tres películas, dos de ellas, además, a título póstumo, su leyenda sigue candente. Murió el 30 de septiembre de 1955 a los 24 años, en su cuarto año como profesional, y fue su amor por la velocidad y los coches lo que le llevó por este fatal destino.

“Vive rápido, muere joven y deja un hermoso cadáver”

Porsche 550 Spyder

Fabricado por Porsche entre 1953 y 1956, este biplaza descapotable era, sin ningún tipo de duda, una bestia de carreras que podía circular fuera de circuito. Pese a tener un motor bóxer 1.5 de apenas 110 CV, pesada apenas 550 kilos, por lo que era capaz de alcanzar los 220 km/h, una barbaridad en aquella época.

Dean había encargado un Lotus MK X, uno de los deportivos de moda en los cincuenta. Su impaciencia le llevó a quedarse con uno de los Porsche 550 Spyder utilizados en Gigante, una de sus películas. Lo llamó Little Bastard, o Pequeño Bastardo, por la dificultad que suponía conducirlo. Con este bólido de aluminio, James Dean pretendía participar en una carrera en Robles. Remolcaba el vehículo con otro coche, junto a su mecánico y un fotógrafo. Decidió conducirlo él mismo, para acostumbrarse a su tacto. En este mismo trayecto, terminó chocando contra el Ford Custom Tudor del estudiante Donald Turnupspeed, muriendo a las pocas horas camino al hospital.

Tantos sus amigos como familiares vieron algo siniestro en este coche. Debido a su dificultad de conducción, hacían que solo unas manos muy habilidosas pudieran sobrellevar un imprevisto en la carretera. Tras quedar destrozado en el accidente, fue arreglado y pasó por varias manos hasta desaparecer definitivamente. En uno de sus primeros arreglos, las cuerdas que lo sujetaban se rompieron, cayendo sobre un mecánico y rompiéndole las dos piernas. Tras esto, se vendió por piezas. Varias fueron a parar a un piloto de carreras, que, tras montarlas, chocó contra un árbol y perdió la vida.

Más tarde, cuando intentaron robar el volante, el ladrón perdió uno de los brazos por las heridas que se causó. Posteriormente, se incendió el garaje, quemándose todos los coches menos el Porsche 550. ¿Leyenda? ¿Realidad?



Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.